Tenho Saudade de Portugal
El mes de septiembre es un buen mes para viajar a Portugal. Decidí recorrer éste país desde el sur hacia el norte, pasando por los lugares que a mi parecer eran los más atractivos. Salí por el norte queriendo volver a recorrerlos.
Llegué de noche a Faro y había olvidado reservar un hotel. Así que toqué en la primer casa de hospedaje que vi entre las callejuelas de piedra. Un viejito danés me abrió sus puertas, en ropa interior. Como no escuchaba bien, le expliqué en señas que necesitaba hospedarme. Fue así que me mostró un cuarto de la casa y me dio la llave. Era una casa muy linda y a esas horas el pueblo dormía. Al día siguiente, su esposa portuguesa me recibió con un desayuno espectacular, que entre pláticas interesantes de política y manjares me servía cuantos quesos y pastelería había.
Faro es una ciudad costera, al lado de una marina. Es limpia, elegante, colonial, turística y con deliciosas comidas. Recuerdo haber comido unos Carapaus Grillados (Merluza) viendo un atardecer deslumbrante. ¡Ah, el pescado de Portugal!
De ahí me fui a conocer la playa de Benagil, una maravilla del mundo, en la costa Algarve. Nose si fue mejor el momento que pasé en la playa, entre sus cuevas del atlántico o si fue el delicioso Polvo á Lagareiro que me comí en el restaurante ¨El Pescador¨. ¡Éste pulpo me conquistó! Después de haber pasado un día en la playa.
Continué hacia Lisboa en bus…
Tuve suerte de conocer a personas locales, con quienes pasé una noche espectacular al estilo Lisbonense: risas, vinos y deliciosas tapas. Resultó ser que al restaurante que fuimos a comer: era de amigos. Así que me invitaron a su cocina y aprendí como preparar varios platillos. Todos bastante diferentes a lo que conozco, pero muy sabrosos.
Entre ellos estaban:
Mighas o Bacalhau
Ervihlas con ovos escalfahdos
Ensalada de tomates a la vinagreta
Cogumelos salteados
Cerdo picante cocido a fuego lento
Lisboa es una ciudad que vibra, con una energía increíble. Es sencilla, linda, tradicional y retro. Algo hermoso de Portugal es como se puede observar el paso del tiempo en su arquitectura, lo que llaman la pátina del tiempo. En los edificios barrocos y las callejuelas se encuentran pequeñas tiendas polvorientas y otras tantas con arte moderno.
Aunado al tren que pasa silencioso entre la gente y las tantas puertas antiguas: encontré la nostalgia y la belleza que se percibe en el Fado. (La mayor expresión musical de Portugal).
Hay quienes dicen que éstas canciones desgarradas, nacieron hace siete siglos, cuando los árabes vivían en la colina del Castillo de San Jorge de Lisboa. O que el fado tiene parecido con la música popular del norte de África en sus largos quejidos e historias cotidianas. Otros piensan que el Fado es más joven y se cantó, por primera vez, en alguna vieja taberna en los barrios de Alfama, Graça o Mouraria, alguna noche triste del siglo XIX.
¡Ah! Se me olvidaba, ya para el momento que llegué a Lisboa, estaba probando el postre por excelencia: Pastei de Nata, el cual seguí degustando hasta el último café en Portugal.
De Lisboa, me llevaron en moto hasta Sintra. Pasando por playas de surf y pueblos costeros. Continuamos subiendo colinas y bosques hasta llegar a los hermosos y variados palacios rodeados por una vegetación de cuento de hadas. En Sintra probé unos dulces deliciosos a base de miel y canela. El famoso Pastei de Sintra.
Al día siguiente fui a Coimbra, una ciudad universitaria, muy coqueta y con buena gastronomía.
Visité el restaurante tradicional Adega Paco do Conde. Me comí un plato llamado Chafana; bastante sabroso y pesado, que trata de un cordero marinado y cocido al vino tinto, acompañado de col y papas cocidas.
Continuando el trayecto hacia el norte. Llegué a la ciudad de Oporto.
Una arquitectura, decoración, y paisajes espléndidos. Al lado del río Duero, que riega los viñedos para producir sus deliciosos vinos. Probé el Oporto en la bodega de Antonia Ferreira: mujer heroica que vivió cultivando la vid y dando trabajo al pueblo. El Oporto es un vino fino, de un sabor intenso y muy dulce, esto se debe a que al cabo de dos semanas, interrumpen la fermentación; añadiéndole Brandy.
Saliendo de las bodegas, comimos en Gaia, al otro lado del puente que separa Oporto de dicho pueblo. Donde probé unas Ameijoas a Bilbao pato.
Por supuesto no me podía ir de Oporto sin probar la famosa Francesinha. Un sándwich creado por un emigrante, que volvió de Francia en los años sesenta: Daniel da Silva. No me lo pude terminar, pues era demasiado pesado, pero muy rico.
Creía que Porto iba a ser mi última destinación para continuar por España. Pero algo pasaba que Portugal no me dejaba ir, así que me quedé en un pueblo llamado Braga. Fue perdiendo el bus a Geser que paré ahí por 3 noches. No me lo imaginaba tan lindo, tal vez porque no lo había leído en ningún panfleto para turistas.
En esta ciudad, construida sobre ruinas romanas, pasé momentos muy agradables deleitándome en un pequeño restaurante llamado Diamond, con la atención y amabilidad que caracteriza a la gente del norte.
Recuerdo haber probado el Bacahlau de Braga y los Bolhos de Bacahlau. Estas delicias las maridé con Vinos Verdes de la zona. ¡Mis preferidos!
De noche en el hostel los dueños nos compartían una deliciosa cena a las brasas: Barriga de cerdo, ensalada y feijoada. No faltaba el vino tinto de la zona.
La gastronomía Portuguesa puede incluirse en la cocina mediterránea. Siendo sus principales productos: el pan, el vino y el aceite. Sin embargo tiene influencias de sus excolonias en Asia, África y Brasil (especias y condimentos). También influencias de la cocina Bereber Marroquí (granos y lentejas).
En sus comidas siempre presente en gran cantidad el ajo. Y el exquisito Bacahlau omnipresente y tan asociado con Portugal (aunque éste pescado viene de los países nórdicos).
Fue de madrugada que salí para Geres: El único parque nacional portugués. Con hermosas cascadas, aguas cristalinas y esmeralda, mucho bosque, lagos y colinas. Éste parque se extiende desde el norte de Portugal hasta Galicia, España. Un lugar perfecto para quienes aman la naturaleza y las largas caminatas.
En Braga, fue el lugar donde terminó mi viaje por éste lindo país. Espero con ansias volver pronto y empaparme de sus paisajes, su gente, su comida, sus vinos y su energía.